viernes, 11 de agosto de 2017

Arte blasfemo en Ecuador

Stairway to Heaven, Eugenio Merino. Foto: Jessica Jiménez Z.

-        "El mayor castigo para aquellos que no les interesa la política, es ser gobernados por aquellos que sí se interesan". Arnold J. Toynbee


No hay ningún misterio. El arte es belleza y reflexión. Y ni siquiera tanto belleza. Es más estética, es decir, que sea al menos presentable.

Y lo siento, ya que he visto por fotos de la tristemente famosa exposición “Milagroso altar blasfemo” realizado en Quito-Ecuador con el respaldo del Municipio capitalino y para mi modesta opinión, aquello no es arte, es decir, ni es estética ni tampoco invita a la reflexión. A lo mucho, una mala copia de obras que pretenden seguir la moda de echarle la culpa a la Iglesia católica de todos los males de la humanidad y concretamente de la opresión a la mujer.

En España, está de moda hacerlo lo que, en cierto modo, hasta podría ser comprensible luego de ejercerse 40 años de nacional catolicismo que, por lo que he sabido, la opresión a la mujer tuvo visos de estar institucionalizada incluso, mediante leyes.

No así en Ecuador, que su realidad fue muy distinta e incluso, cuando llegué a Europa, me admiré de lo avanzada que estaba nuestra sociedad en cuestión de derechos de la mujer, ya que, cuando aquí se estaba pidiendo igualdad de derechos para acceder a la independencia laboral por ejemplo, en Ecuador, desde que tengo uso de razón, las mujeres hemos podido acceder a la universidad libremente, hemos podido adquirir propiedades, viajar, emprender sin ningún impedimento legal, hemos sido soporte económico del marido, trabajando de igual a igual, entre otros avances.

Claro que persiste el machismo como en TODAS partes del mundo, pero justamente es porque la lucha contra este mal, va direccionada por caminos equivocados que, como en este caso, solamente imitamos realidades que no son las nuestras como, por poner otro ejemplo, la conocida campaña para dar le lactar a los bebés en cualquier sitio cuando en Ecuador se lo ha hecho siempre y sin ningún problema a tal punto que yo misma recuerdo, tenía compañeras en la universidad que recibían clases con sus bebés dándoles el pecho recibiendo la colaboración expresa de profesores y compañeros. O cuando se solicitaba la postergación de un examen o recalificaciones a causa de las compañeras que, por ser madres, no habían podido estudiar.

La crítica a la Iglesia Católica y solamente a ésta de la opresión actual a la mujer, me parece injustificable en cuanto los sacerdotes en Ecuador y -no es ninguna mentira, ya que es fácilmente comprobable-, se los conoce porque han hecho un trabajo silencioso durante muchos años, contribuyendo en gran medida, al avance de los derechos sociales de los más desfavorecidos. Sin irnos tan lejos en el tiempo tenemos los ejemplos de Monseñor Leónidas Proaño que dignificó a la mujer indígena -ojo, nunca se dirigió solamente a indígenas hombres, sino a TODOS LOS INDIGENAS- haciéndola conocer y valer sus derechos o, en el caso del P. José Carollo que, con sus obraderos, centros de salud, agrupaciones de mujeres casadas, madres solteras, amas de casa y otros, impulsó su independencia laboral y económica, siendo por ello su obra, reconocida y apoyada a nivel nacional e internacional. O como la magna labor de los jesuitas que crearon hace muchísimos años el Centro del Muchacho Trabajador para insertar a los niños abandonados de la calle, alejándolos de las drogas, de los abusos sexuales, de la delincuencia… y ni qué decir de los salesianos… faltarían hojas y hojas para escribir sus obras a nivel educacional y de otra índole los mismos que han intentado suplir en algo a los gobiernos que brillaron por su ausencia.

En cuanto a la estética prefiero ni mencionar, ya que ni siquiera cabe análisis. Unos dibujos que cualquier niño de 12 años hubiera podido hacerlo mejor ya que carecen del menor atisbo de creatividad o de técnica que destaquen por su originalidad. La obra artística se supone que debería invitarnos a la reflexión de cosas que están mal y a propiciar el debate, pero con un mínimo de gusto, que no produzca incomodidad o muecas de desagrado, por lo grotesco y cansino que puedan ser lo que, a todas luces dejan entrever que lo único que buscan es provocar para lograr la fama de manera facilista.

Po último, más bien me temo que se ha desperdiciado una magnífica oportunidad para hacer una verdadera concienciación contra el machismo imperante que hubiese sumado apoyos y también malestar -porque no, que de eso se trata-, cuestionando por ejemplo a los medios de comunicación que fomentan presentadoras que se destacan solamente por su belleza física o que trasmiten telenovelas enlatadas llenas de violencia, corrupción, narcotráfico, violaciones de todo tipo en vez de apostar por proyectos radiovisuales que instruyan a la gente sobre sus derechos o que cuenten historias personales que promuevan el debate y la reflexión. Verdaderos programas de entretenimiento con concursos para competir sobre diversos temas y al mismo tiempo crecer en conocimiento, o crear documentales que mientras cuenten historias que reflejen nuestras realidades, al mismo tiempo, cuestionen y ayuden a buscar soluciones. Se podría también haber hecho obras de arte que cuestionen de músicas y estilos que denigran a las mujeres las mismas que cosifican, incitan a las agresiones o las minimizan mientras suenan, son bailadas y aplaudidas en radios, fiestas, programas de T.V. programas escolares o institucionales tanto a nivel público como privados.  Nunca se lo ha hecho y estoy segura, el primero que lo haga se hará famosísimo.


En fin, que miles de historias que podrían plasmarse en forma de obra artística y creativa sin recurrir al tan manido recurso de provocar a la Iglesia católica a sabiendas que ésta, sería incapaz de contrarrestar o de defenderse con violencia como en otras, cuando tocan sus sagrados símbolos.

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