Foto: twitter.com
Foto: elpais.com
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En la película “LOS ABRAZOS ROTOS” (Pedro Almodóvar, España,
2009) el protagonista principal, cuenta una anécdota que gira alrededor del
gran escritor estadounidense Arthur Miller, conocido más bien por su matrimonio
con la actriz Marilyn Monroe que por sus famosas obras, muchas de ellas
llevadas al cine y al teatro y merecedoras de importantes premios como “Las
brujas de Salem” o “La muerte de un viajante”.
Como decía, Harry Caine (Lluís Homar) en dicha película, le
cuenta a su novia Lena (Penélope Cruz) que Miller, tuvo con su esposa la
fotógrafa Inge Morat, un hijo con síndrome de Down y que el niño fue abandonado
por esta causa en un centro de cuidados especiales. Luego de ello, él nunca y
al parecer tampoco su esposa, volvieron a saber más de aquel hijo hasta que un
día luego de 19 años, Miller daba una conferencia a favor de un discapacitado
acusado de un crimen y al final del mismo, un chico con Síndrome de Down se
acercó a felicitarle. El momento que le daba el abrazo, le dijo: “Padre, soy tu
hijo Daniel” quedándose Arthur Miller en estado de shock. El resto de la
historia parece que va a ser contada a manera de resarcimiento, en un
documental realizado por una hija de Miller, es decir, la hermana de Daniel y que
será estrenado en breve.
Esta impactante historia, me ha hecho reflexionar en el
sentido de cómo se interpretaba en aquellas épocas en EEUU, el tener un hijo
discapacitado y más aún, tratándose de Arthur Miller, demostrándose que los
prejuicios en aquellas épocas pesaban más que la preparación o la cultura de
una persona. En Ecuador, donde el trato que se los daba hasta hace apenas unos
15 años más o menos, era peor, incluso, del todo inhumano a tal punto de
tenerlos escondidos en sombríos cuartos apartados del resto de la casa o en el
peor de los casos, enjaulados, hasta que el ex presidente Rafael Correa los
visibilizó y los dotó de derechos y ayudas a través de la famosa Misión
“Manuela Espejo” para lo cual, delegó a su vice presidente de entonces, la
ejecución de la misma que, valga decir, fue todo un éxito y razón por la cual,
yo mismo publiqué un artículo de todo aquello a través de este blog.
Pero curiosamente, quien fuera la cabeza visible de dicha
misión, es decir, el hoy presidente Lenin Moreno, precisamente por ser una
persona con discapacidad, es quien se muestra incoherente con su proceder al no
dar ejemplo de lo que debe ser la búsqueda de la autonomía en un discapacitado,
ya que siempre le acompaña una persona que “empuja” su silla por todos los
sitios a donde va. Situación que a todos nos provoca cierto resquemor y prueba
de ello, es la observación que hace este sencillo ciudadano quien, a través de
sus redes sociales, manifiesta lo que, a su modo de ver y para quien coincido
mayormente con él, debería ser su proceder.
No se trata de ser sencillo ni mucho menos. La autonomía e
integración de los discapacitados para mejorar su calidad de vida no debería ser
la excepción sino la norma. Tampoco es una limosna, sino un derecho. Muchos
años ha vivido Moreno en Ginebra para constatar de primera mano cómo los discapacitados
intentan conseguir la máxima independencia que, para ello, en mucho de los
países europeos, su integración, es una política de estado primordial donde se
entregan subvenciones para poder adquirir sillas de ruedas automatizadas, por
ejemplo, así como también se exige mediante leyes la eliminación de barreras
arquitectónicas en todas las estancias públicas o privadas, además de darles
prioridad en los edificios de protección oficial para que los pisos bajos sean
de preferencia para los que tienen movilidad reducida, las mismas que también
son previamente adaptadas para ello. Un ejemplo de esta autonomía la da el
líder de la agrupación política española PODEMOS, Pablo Echenique, quien se
moviliza en una silla de ruedas automatizada que le permite, con el solo
movimiento de una mano, dominarla y movilizarse sin ninguna ayuda por cualquier
lugar o el caso del ministro alemán Wolfganf Schaüble quien, al igual que
Moreno, se moviliza en una silla de ruedas de autopropulsión pero que la maniobra él mismo, demostrando de esta manera, que su silla, no es un obstáculo para
desempeñar adecuadamente sus altas funciones.
Si el que empuja la silla de Moreno es un asistente
remunerado, éste debería estar más bien para suplir emergencias o
inconvenientes más no para empujar la silla ya que la imagen que está proyectando
Moreno, es la de una persona dependiente y aquello, hace un flaco favor a
quienes luchan a diario para integrarse a la sociedad, al no poder contar con
los recursos económicos para pagar el salario mensual de una persona que le
empuje su silla todo el tiempo y persistiendo una actitud paternalista, ya que
no les permite aventurarse a lograr la plena autonomía y su integración en la
sociedad.
Sería bueno entonces, que el presidente de ejemplo
adquiriendo una silla automatizada que le permita movilizarse sin problemas y
no disponga de un asistente con una función propia de servidumbres de siglos
pasados y para que, además, sea inspiración para los discapacitados que desean
llevar una vida normal como todos, sin obstáculos que impidan hacerlo.
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