Foto: contrainfo.com
Los últimos acontecimientos suscitados durante las últimas
semanas, me han llevado a la reflexión por la forma que tiene la sociedad
ecuatoriana de reaccionar ante hechos que afectan a los derechos de las
personas, eso si, dependiendo de la tendencia social, política o económica que
estos posean.
Y es para mí incomprensible porque, ante ciertos casos, toda
la sociedad se levanta haciendo evidente su malestar sea, mediante opiniones, creando
corrientes de opinión o bien, liderando formas de lucha para exigir que se
respeten dichos derechos que aparentemente están siendo vulnerados.
Por ejemplo, cuando por parte de quienes se encargan de
guiar la opinión pública y más, si éstas son periodistas o editorialistas, se
observa claramente, o un total desconocimiento de la problemática que las rodea
o quizás, una falta de sororidad con las víctimas ecuatorianas cuando, al
contrario, sí se hacen eco -y no es la primera vez que lo hacen- de casos de
violación y/o asesinatos de mujeres españolas o argentinas como el de la
profesora española en Huelva o el de la actriz infantil en Argentina que, mientras
en el mismo diario guayaquileño -menos mal- otro editorialista sí reflexionaba
en el hecho que en Ecuador en lo que va del año, ya eran más de 75 los casos de
femicidios mientras que en España, siendo una población casi cuatro veces más
que Ecuador, llegan a los 96 lo que, con la cantidad de medios de comunicación
de todas las tendencias ideológicas y políticas que existen, revientan de información
y análisis de esta problemática social que, tal vez por ello, sus ecos llegan hasta
Ecuador por lo que, no hace falta un análisis más ya que, al contrario, los casos
ecuatorianos no tienen el mismo seguimiento puesto que no pasan de la sección de
Sucesos en sus medios, tal como sucede con el caso de Verónica Ocaña que, hasta
este momento, no se sabe en qué situación se encuentra y por lo mismo, poquísimas
personas se han solidarizado con ella.
Lo mismo sucede con casos aún más graves como el del ex vice
presidente Jorge Glas, quien se declaró en huelga de hambre en protesta por las
condiciones en que se está llevando su estancia carcelaria y que su decisión, al
ser una herramienta de lucha no violenta y donde al parecer, estuvo dispuesto a
llegar hasta las últimas consecuencias para demostrar que tenía razón, los
medios de comunicación poco informaron y si lo hicieron, fue para ironizar o
para mofarse de ello, llegando incluso a decir que al lugar donde fue
trasladado, iba a comer la comida típica de allí. Ni qué decir de las redes sociales
que siguieron la misma tónica llegando incluso -ante la falta de información
supongo- a asegurar que era mentira que
estaba en huelga o que, estaba bien que se muera ya que había robado y es lo
menos que podía hacer para resarcir lo sustraído. Todo lo contrario a lo que
sucedió con el coronel César Carrión por ejemplo, famoso porque supuestamente
había puesto un candado en el hospital donde estuvo secuestrado Rafael Correa y
que, por tal razón, pasó casi seis meses en la cárcel. En esa ocasión, la
prensa no cesó de sacar editoriales de apoyo ante lo que consideraban una clara
violación a sus derechos humanos, así como exposiciones lastimeras y constantes
de sus tiernos hijos y de su esposa por medios audiovisuales. Finalmente fue
declarado inocente y salió de la cárcel entre vivas, aplausos y una cobertura
mediática desmesurada.
En el caso de Glas, ante la falta de pronunciamiento del
gobierno y luego de casi 50 días de huelga, finalmente desistió de ello,
gracias al pedido de sus escasos seguidores y sin que hasta el momento nadie representativo,
pero absolutamente nadie, incluyéndose grupos sociales o de derechos humanos,
haya hecho algún pronunciamiento al respecto sea de apoyo o de reflexión sobre
este asunto y mucho más, en una sociedad que se declara en casi un 80%, abiertamente
cristiana. Lamentable.
A propósito de ello y como un mensaje de reflexión sobre lo
que acabo de mencionar, recordaba que hace muchos años aquí en España, la
prensa dio amplia información sobre la huelga de hambre en la cárcel aduciendo
razones políticas y judiciales de un famoso y sanguinario etarra, Iñaki de Juana Chaos,
quien tiene a su haber el triste historial de una veintena de asesinatos y, el
gobierno de aquel entonces, precauteló sus derechos brindándole toda la
atención médica necesaria e incluso, se le atenuó su pena, algo que como era
lógico, provocó en la sociedad su desacuerdo pero que al final, la respetó al
considerar que se le estaba dando una lección de humanidad a alguien que, no la
tuvo en cambio con sus víctimas, es decir, se dio el mensaje a la sociedad en
el sentido que si alguien es mala persona, el gobierno, es decir, el representante de
la sociedad española, no tenía por qué también serlo.
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