Foto: El jueves
Estamos en día 34 del confinamiento y, al parecer, vamos a
estar así hasta el 10 de mayo, por tal razón, continuamos con las reflexiones.
Bien. A tenor de lo observado en las últimas semanas, parece que
esta pandemia ha sido la oportunidad para desnudar a los gobiernos, sus
sistemas sanitarios y a sus líderes políticos.
Por lo mismo, no en vano se dice que, en las dificultades
es cuando los buenos líderes se crecen mientras que los malos, simplemente
demuestran sus carencias. De allí, que es fácil concluir que no es lo mismo el
márquetin que los ha llevado o los mantiene en los altos cargos, que mostrar la
capacidad de decisión, de iniciativa y hasta de improvisación, por cuanto el
virus, desconocido hasta ahora para todos, ha demostrado ser de gran letalidad
y capacidad de propagación, lo que ha dado poco margen de acción para salvar la
mayor cantidad de vidas por parte de todos los gobiernos del mundo.
Por lo mismo, ha sido inspiradora y sorprendente la actitud
del ya mundialmente conocido presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien ha
demostrado tener una gran capacidad de liderazgo, de previsión y porque no, de amor
por su patria por cuanto, ante el evidente impacto que iba a tener la pandemia
en la población, él supo prever lo que se avecinada y consideró que su país, al
ser pobre, no tendría la capacidad económica suficiente para contrarrestarlo
por medios técnicos y sanitarios por lo que tomó medidas adecuadas, entre
ellas, cerrar las fronteras aéreas y terrestres del país que, a la larga,
demostraron ser efectivas.
No ha sucedido lo mismo con otro presidente, el de Nicaragua,
quien optó por “enfrentarle al COVID-19” mediante sendas concentraciones
humanas y, al día de hoy, no se han aplicado medidas contra el virus y el mismo
presidente, recién ha dado señales de vida luego de casi un mes. No se sabe al
momento ni cuantas víctimas o contagiados puede tener el país, creando la
incertidumbre que por tal motivo, sus ciudadanos y hasta la guerrilla ha
pedido medidas concretas.
Más curioso ha sido el caso del primer ministro de
Inglaterra, Boris Johnson, quien manifestaba la necesidad de seguir un
protocolo distinto al que sugerían la OMS y el sentido común ya que, -según
palabras de él- se trataba de provocar una inmunización colectiva
contaminándose unos a otros a tal punto, que el sistema inmunitario se refuerce
y el ser humano enfrente protegido al virus y tal es así, que él mismo
alardeaba haber saludado con la mano y dado besos a multitud de gente hasta
que, hace algunos días, manifestó síntomas que lo llevaron de urgencia a
internarle en la UCI para susto de sus gobernados y del resto del mundo que
mirábamos impactados, las consecuencias de tamaña estupidez, por decir algo
suave.
Y en este punto, es inevitable no preguntarme con qué tipo
de asesores se rodean los gobernantes para que hayan optado por las decisiones
que han tomado, sobre todo de este último ya que se supone, un gobernante debe
rodearse de los mejores profesionales en las ramas más importantes de la función
pública porque, al menos, en nuestros países latinoamericanos se conoce y hasta
se tolera que amigos, familiares y conocidos ocupen dichos cargos lo que no se entiende,
en cambio, que en potencias mundiales como es el caso de Inglaterra, sus
asesores -supongo- hayan puesto en riesgo la vida del primer personero del país
y de su población en general que, menos mal, terminó con felicidad al no tener
que lamentar la muerte de un importante político mundial.
Por otro lado, es triste reconocer que existen cosas que
pueden ser buenas para unos países pero pueden ser
contraproducentes para otros. Me explico. En las democracias más
desarrolladas como lo son España, Italia, EEUU o Francia, por poner unos
ejemplos, la ciudadanía, la oposición y la prensa exigen que los gobernantes
transparenten los datos y en el caso especial de este virus, de los muertos,
contagiados y curados, lo que provoca que cada día podamos observar el
seguimiento que se da a los mismos y de las medidas que se toman para aplanar
“las curvas” estadísticas que, en un principio, subían sin parar para angustia
de los que la seguíamos.
Pues bien, todo lo contrario sucede en otros países,
especialmente en Ecuador, donde no se tienen datos reales lo que provoca la desinformación
de la gente y lo que es peor, la angustia ya que en las redes sociales, dan
cuenta de cientos de muertos los mismos, que no son recogidos de las viviendas
y que, al estar colapsado el sistema sanitario y funerario especialmente de
Guayaquil, estos cadáveres yacen en las calles de la ciudad provocando la
lógica expansión de forma exponencial, del virus. El problema está, en que, no
solamente la ciudadanía sino también, editorialistas y alguna que otra
autoridad, toman como referencia los datos ofrecidos por gobiernos responsables
para cuestionar o compararse lo cual, es bastante cuestionable ya que,
mientras lo hacen, cientos de personas se están muriendo y los que sobreviven están
aterrados ante algo que desconocen y por tanto, no saber cómo actuar. Deberían
más bien cuestionar y exigir al gobierno, que trasparenten la información para
que la ciudadanía sepa a qué atenerse.
También se han desnudado otra triste realidad. La de la
importancia de poseer un sistema sanitario público que brinde sanidad gratuita
a todos sus ciudadanos. Desde hace muchos años se ha luchado día a día tanto
por parte de políticos de izquierda como por los mismos trabajadores y
profesionales sanitarios españoles que defienden este tipo de sanidad lo que,
ahora que vivimos esta pandemia, ha demostrado la efectividad de toda esa lucha
tal es así, que precisamente una de las promotoras de las privatizaciones, al
haber sido diagnosticada de COVD-19, hizo uso precisamente de la sanidad
pública, para curarse tanto ella como su marido, al cabo de pocos días.
Tremenda paradoja que, al parecer, por causa de la pandemia,
provocó el frenazo en los intentos de privatizarla en el caso de Ecuador ya
que, desde hace un par de años, no cesaba la prensa de comentar las falencias
en el sistema sanitario ecuatoriano lo que, menos mal, ha demostrado que ha funcionado en algo, aunque se haya mermado su presupuesto
aparte de que, durante el correísmo se opusieron a todo intento del cobro de
impuestos a las grandes fortunas lo que, hubiese servido para mejorar el
sistema de salud y quien sabe, ahora no estuviéramos lamentándonos por los
fallecidos.
Sin duda son lecciones que nos quedan pese a la dureza de
las experiencias y que espero sirvan, para tomar las decisiones adecuadas.
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