sábado, 3 de septiembre de 2016

LA SECCIÓN FEMENINA

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La división entre guapos y feos es otra lucha de clases. Charo López


Definitivamente me he llegado a convencer que las cosas se miran de distinta manera, dependiendo del lugar en que se las mira.

Para una expatriada como yo, recién llegada de Ecuador hace casi 18 años, hubo cosas que me llamaron poderosamente la atención de la cultura española. Aparte del exceso de autocrítica -al contrario que en Ecuador-, me llamó la atención también, el exceso de responsabilidad y atención que prestan las labores pequeñas o aparentemente sin importancia.

Como ya es costumbre, comentaré ejemplos.

Frecuentábamos como suelen hacerlo los migrantes venidos de otros países cuando acaban de llegar a un país extraño, la iglesia de Guadalupe en la calle Puerto Rico de Madrid y allí el párroco, el recordado P. Marco Álvarez de Toledo, coordinaba con los demás sacerdotes y un grupo de voluntarios españoles, acciones encaminadas a procurarnos la mejor estadía posible en nuestro nuevo país. Entre dichas acciones se encontraban talleres, convivencias, paseos a lugares emblemáticos, etc.

Y fue durante esas acciones que caí en cuenta por primera vez de este detalle que forma parte de la cultura española, aunque lamentablemente también he constatado que se va perdiendo con eso de la “modernidad”.

Recuerdo con particular relevancia que se planificó un viaje a El Escorial en la que nosotros fungiríamos de invitados especiales. Para ello, los voluntarios dedicaron unos 15 días a preparar el paseo, previa algunas reuniones para coordinar la misma. Uno se encargaría de contactar con el representante del monasterio para que no nos cobren la entrada puesto que sería una visita de carácter parroquial; otro se encargaría de contactar con el autobús para que nos hagan un especial descuento como efectivamente sucedió; otro en cambio se encargaría de recopilar por cuanto medio sea posible toda la historia del monasterio, resumiéndola y fotocopiándola en un número de hojas suficientes para cada uno de los viajantes y hasta hubo uno que se encargó de monitorear el pronóstico del tiempo para que no nos pille un mal tiempo.

Cada uno cumpliría una misión que lógicamente provocó un resultado perfecto ante unos invitados que observábamos estupefactos, no solamente la seriedad con que se tomaron el asunto, sino la sincera preocupación que mostraron para que disfrutáramos lo mejor posible de aquel por supuesto, inolvidable paseo. Nosotros que, acostumbrados a ver la improvisación, los resultados mediocres y la individualidad como forma de trabajar, no atinamos ni siquiera a sugerir alternativas.

Y ésa ha sido la constante a lo largo de mi estadía en España: observar actividades de la vida diaria que quizás no tengan el reconocimiento de una obra monumental, pero que produce satisfacción a quien lo hace y la admiración de quienes lo apreciamos. Por ejemplo, la limpieza profunda de una casa donde no se apreciará ni una mota de polvo, o de objetos que quedan brillantes permitiendo su conservación y su encanto con el pasar de los años, o de los vidrios de las ventanas sin una esquina borrosa; o la minuciosidad para preparar una comida, escogiendo los mejores productos y utilizando las herramientas adecuadas para cada platillo; o en el caso de la albañilería, los meticulosos acabados de una reforma que han transformado un piso con más de cien años, en un piso de lujo con las comodidades de la vida actual; o para mí lo más asombroso, el simple arreglo de una pieza de vestir que queda tan perfecto que parece nueva…

Por lo mismo, me preguntaba en dónde estaría el origen de esta forma de organizarse y de trabajar cuidando todos los detalles, ya que si bien en mi país, también tuve familiares o amigos que se dedicaron a ser amas de casa, a la costura, a la cocina o a ser docentes, no alcanzaban el nivel de excelencia o de atención que he visto aquí. Y luego de reflexionarlo mucho, concluyo que lógicamente debe ser de una educación trasmitida de generación en generación por una parte y luego, de la parte oficial es decir desde la escuela o centros de aprendizaje.

Y revisando la historia de España, me he topado con la llamada “Sección Femenina” que, independientemente del origen o de la implicación ideológica que haya tenido, ya que fue considerada la rama femenina de la Falange Española durante la dictadura franquista y que tantas opiniones antagónicas provocan hasta el día de hoy, al coincidir muchos en que fue una operación para subyugar o dominar a la mujer o, por la contraparte quienes aseguran que permitió levantar el país luego de una cruenta guerra civil y donde había tanta carestía en todos los niveles. Por lo mismo, comparto la segunda opción porque considero que no hay que desmerecer las cosas buenas que, a mi modo de ver, serían el origen de los grandes emprendimientos que se constituyen actualmente en el motor de la economía de España y de su marca como país.

La Sección Femenina era una especie de servicio social obligatorio que debían cumplir las mujeres españolas entre 19 y 35 años, algo parecido al servicio militar en los varones y cuyo objetivo era formar futuras amas de casa bajo los principios del régimen. Se dice que se basó en una experiencia similar en Alemania y las mujeres estaban obligadas a cumplirla ya que, de no hacerlo, no podrían participar en un concurso de oposiciones para ejercer una profesión o no podían sacar un pasaporte e incluso el carnet de conducir, por ejemplo.

Durante los 6 meses que duraba el servicio social obligatorio, se les entregaba además, una enciclopedia-guía que constaba de 10 capítulos la misma que hablaba de Religión (Historia Sagrada), Formación Política, Convivencia Social, Economía Doméstica, Ropa Blanca, Decoración, Enseñanzas del Hogar, Puericultura postnatal e Higiene.

Fue a través de ella que las mujeres aprendían como se debía hacer la limpieza de la casa, como se hacían las camas, el lavado de ropa, el planchado, como quitar las manchas, la distribución de la casa, en la cocina cuáles eran sus útiles, la conservación de los alimentos, cómo reconocer el pescado fresco, la calidad de las carnes o como preparar una buena sopa, en costura cómo se hacían los dobladillos, zurcidos, ojales, frunces y en educación sanitaria del hogar, como tratar las heridas y traumatismos domésticos, etc.

Además, en el medio rural llegaban las “Cátedras Ambulantes” que fomentaban las “Granjas Escuelas”, como una manera de enseñar a las mujeres a montar pequeñas microempresas.

Por ello, he llegado a la conclusión que los guisos y pucheros de las madres y abuelas que se instruyeron allí, seguramente sirvieron de inspiración para los grandes cocineros de hoy como los hermanos Roca, Ferrán Adría o Juan Mari Arzak por citar algunos. También sus labores de costura fueron el germen de la reconocida a nivel mundial, industria de la moda con marcas como Zara, Pronovias y otros, ya que por ejemplo Amancio Ortega empezó trabajando junto con su mujer en una mercería desde donde elegirían con primor todos los materiales para dar acabados a bellas prendas de vestir, que luego cosía Rosalía Mera. O los pequeños emprendimientos de productos artesanales como quesos, repostería o tejidos que se exportan a otros países.

Pequeños trabajos bien hechos que tomarán varios días de dedicación y esfuerzo, pero que son el fiel reflejo de un país y de una sociedad.

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