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NO SE PUEDE SER BUENO Y NO HACER NADA. Desconocido
La Enfermedad y sus Metáforas y, más tarde, El Sida y sus
Metáforas son unos ensayos escritos por la novelista, ensayista y filósofa
norteamericana Susan Sontag quien, mientras padecía un grave cáncer que
finalmente la llevó a la tumba en 2004, invitó a la reflexión de cómo la sociedad se
refiere al cáncer, al sida o a la tuberculosis de mil maneras, con tal de no
nombrarlos directamente, añadiendo más sufrimiento al enfermo al sentirse
aislado socialmente, como si dichas enfermedades lo convirtieran en un apestado.
Pese a que dichos libros fueron escritos en los 70’ y 80’,
parece que los complejos siguen latentes en la actualidad puesto que, al menos aquí en España,
cuando alguien fallece a causa del cáncer – por ejemplo- suele salir en las
necrológicas que la víctima falleció a causa de una “larga y penosa enfermedad”,
estigmatizando aún más a la víctimas lo que, al contrario, la ciencia sigue
avanzando en sus estudios para nuevas terapias y formas de prevención, añadiendo
calidad y años de vida a los afectados y, lo que es quizás más importante, provocando que la
sociedad sea más tolerante ya que las enfermedades no conocen de razas, edades,
ideologías o géneros.
La situación en Ecuador y me imagino que en el resto de
países latinoamericanos no dista mucho de lo que sucede en España, ya que no
solamente no se nombran estas enfermedades sino que se las oculta y, hasta hace poco, se ocultaban
también a los enfermos provocando que ciertas dolencias o discapacidades sean
consideras tabúes o desgracias familiares, aumentando la ignorancia en la
sociedad y restando calidad de vida a los afectados, ya que no recibían tratamientos
adecuados y no se les permitía integrarse en la sociedad. Ni qué decir de las
investigaciones científicas ya que, sería por la poca importancia que se les daba, no se investigaba o se investigaba poco, delegando dichos estudios a países desarrollados.
Lo más triste de ello es que los medios de comunicación ayudaban
a ahondar esas discriminaciones, ya que existían concursos televisivos donde la
fealdad o la cojera, por ejemplo, generaban mofas y risas cuyos efectos
devastadores parece que persisten hasta el día de hoy ya que, recientemente,
saltó a la opinión pública la discriminación pública por parte -léase bien- de un
periodista deportivo contra otro compañero suyo. En cuanto a las enfermedades
mentales sobran ejemplos. Podían incidir hasta por generaciones enteras ya que
los motes y las burlas se heredaban lo que, redundando en lo dicho
anteriormente, provocaba el estigma y la doble victimización de los afectados.
Por lo mismo, pese a que, al menos en los países
desarrollados como los europeos se ha avanzado mucho en la visibilización de las enfermedades raras y de las mentales, en
particular, aún provocan remezón, reflexión y solidaridad acciones
reivindicativas como la decisión tomada por la famosa gimnasta norteamericana,
Simone Biles, en las recientes olimpiadas de Tokio, ya que la misma se negó a
participar en su especialidad -pese a ser la favorita para la presea dorada-
alegando problemas de ansiedad y depresión. Sin duda, primó su bienestar físico
y mental en detrimento del prestigio deportivo de su país.
De haber sido este ejemplo frecuente en épocas pasadas, muchos
dramas y hasta suicidios se hubieran evitado y, lo que es más importante,
se hubiese construido una sociedad más abierta, integrada y tolerante.
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