Existen pocas armas en el mundo tan poderosas como una niña con un libro en la mano. Malala Yousafzai
Hoy quiero compartir con el permiso de mis amables lectores,
mis reflexiones como consecuencia del último terremoto acaecido en Ecuador en
los últimos días, considerado como el peor de los últimos 60 años por sus
cuantiosos daños humanos y materiales.
Como bien han expresado algunos ciudadanos, este terremoto
sacó lo mejor de la sociedad ecuatoriana pero también, lo peor. Nadie duda de
la desbordante solidaridad propia de la gente llana y de a pie, pero tampoco se
puede ignorar la otra cara de la moneda: la del odio expresado por unos pocos a
través de las redes sociales y de ciertos medios de comunicación, sin respetar
siquiera los más de 600 muertos y varios miles de personas que ha quedado
prácticamente con lo puesto en las calles.
Recordaba por tal razón que cuando era pequeña, mis padres si
iban a hablar de algún asunto delicado o de algunas personas en particular, nos
decían a mis hermanos y a mí que salgamos al patio a jugar. Yo protestaba
porque sospechaba que se trataba de algo interesante y por ello, me mataba la
curiosidad. Sin embargo, ahora les doy las gracias porque nos permitieron dos
cosas: primero, que sigamos siendo niños disfrutando de la inocencia propia de
aquella edad y segundo, que no nos permitieran conocer aún, la parte fea del
ser humano.
Con el tiempo, nuestros deseos de ser alguien en la vida o
de cumplir con nuestros sueños, nos alejaron sin querer de conversaciones trascendentes.
Recién, cuando ya fuimos profesionales y habíamos recibido en carne propia
algunos palos duros de la vida, pudimos hacerlo, reflexionando al mismo tiempo sobre
personas o hechos.
De esta manera desentrañamos del porqué de ciertas personas que
habían hablado o actuado con maldad, la vida les había puesto luego en su
sitio. “En esta vida todo se paga” o “aquí mismo está el infierno” nos decían
nuestros padres, asegurándonos que no hay que esperar la justicia divina para
que alguien pague por sus palabras o por sus actos y permitiéndonos al mismo
tiempo, sopesar las ventajas y desventajas sobre uno mismo o sobre la familia,
de un comportamiento antiético o inmoral.
En cuanto a mis propias vivencias, recuerdo que al llegar a
España, sentí verdadera tristeza al comprobar que persistían valores que se
habían ido perdiendo en Ecuador. Particularmente recuerdo de un episodio, que viendo
por televisión el desarrollo de un juicio de interés general, uno de los
acusados cayó fulminado víctima de un infarto en el mismo estrado donde estaba
siendo interrogado. Aquello me llevó a cuestionarme, ¿qué pasaría por la mente
de aquel hombre para no soportar la presión de un juicio?. ¿Acaso que su honor
quedaba mancillado? o que de ser condenado, ¿toda su familia iba a ser señalada
con el dedo?. Mientras yo, que acababa de llegar de un país donde los
delincuentes incluso se vanagloriaban de los delitos que cometían, seguramente
porque se sabían impunes y que no pisarían jamás una sala de juicios peor una
cárcel, no salía de mi asombro. Había llegado a un nivel tal de bajeza moral en
la sociedad ecuatoriana, que por poner un ejemplo, el hijo de un ex-presidente de gobierno, se
vanaglorió en los medios de comunicación por haber “ganado su primer millón de
dólares en las Aduanas”. Es decir que el robo y el cinismo, se habían convertido
en valores a ser ventilados, admirados e incluso, imitados.
Ahora y a propósito de este terremoto, duele constatar que
aquellos valores persisten e incluso se han sumado otros peores, porque basta
ver el nivel de virulencia al que se ha llegado en las redes sociales o medios
de comunicación, al gozar de repente de un medio de expresión gratuito y masivo,
donde la gente tiene la oportunidad de manifestarse abiertamente ya sea porque el
presidente de turno no les gusta, porque les pusieron una multa o por porque el
vecino, el familiar o el mejor amigo con méritos -o sin ellos, lamentablemente
no se puede negar que existan casos- haya
logrado colocarse en un cargo gubernamental.
Por lo mismo me preocupa, ¿qué valores se están inculcando
en los hijos o nietos si a diario ven desfogar a sus padres frases de odio
incontrolado, se magnifican los supuestos errores, se acusa sin pruebas, se
minimiza la inteligencia del otro solo porque piensa diferente?. ¿Acaso no les
preocupa el futuro de la sociedad que van a dejar por legado, o en el peor de
los casos, no les preocupa ser recordados por sus propios hijos o nietos como
personas que manifestaron sus bajas pasiones en las redes sociales, que al
final de cuentas son como en una reunión entre amigos, familiares o simplemente
entre desconocidos, cuando antaño los padres eran los referentes morales para
ser buenas personas y buenos ciudadanos?
Leía en algún lado acerca del comportamiento humano en
situaciones extremas como en el caso de una guerra, concretamente en la Guerra
Civil Española, donde cualquiera podía denunciar a su vecino, a su amigo
incluso a su propio padre o hermano, con tal
de quitárselo de en medio sea por envidia o por celos, llevándole de
esta manera a una muerte o una desaparición segura y me imaginaba, si
estuviéramos Ecuador en una situación parecida, sin duda aquello sucedería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario