Hubo un tiempo y que parece, ya muy lejano, que Ecuador era muy prolífico en cuanto a creación artística ya que, pintores, escritores, poetas o cantantes pugnaban por ser los más adelantados o los primeros en ofrecer nuevas obras para el deleite del público, entendido o no.
Tal
es así que, en cuanto a la música se refiere, se generó una gran cantidad de
canciones, especialmente de distinto género como, pasillos, albazos,
sanjuanitos, etc.
Para
ello, los creadores solían refugiarse en la soledad o simplemente, reunirse
entre ellos para compartir experiencias, expectativas y aquellos que venían de
otros lares, particularmente de Europa, contaban de cómo la creatividad fluía
en forma de nuevas formas de expresión.
Una
de las canciones más bellas que surgió de aquella época, es la famosa “Vasija
de Barro”, la misma que cuenta cómo se enterraban a nuestros antepasados
indígenas, es decir, bajo tierra y dentro de una gran vasija de barro la misma
que contenía, no solamente al difunto en posición fetal, sino también,
alimentos y ciertos objetos representativos que, según creían ellos, les
servirían en la otra vida.
La
anécdota que se cuenta de cómo fue creada dicha canción, ha tenido diversas
versiones e incluso, ha provocado algunos desencuentros en cuanto a su autoría,
pero la versión oficial indica que fue compuesta en una noche de copas el 7 de
noviembre de 1950, en la casa del pintor Osvaldo Guayasamín, ubicada en Quito.
En dicho lugar, uno de los convidados, el poeta Jorge Carrera Andrade había
quedado absorto mirando la obra recién terminada de Guayasamín titulada “El
Orígen” que, luego que el pintor le explicara el significado de la misma,
inspirado se dirige a la biblioteca y sobre la tapa del libro “Por el camino de
Swann” de Proust, escribió la primera estrofa de la canción.
A
partir de allí, los demás participantes de la velada entre los que se
encontraban, además de estudiantes de la escuela de Bellas Artes de la Alameda,
Jorge Enrique Adoum, Hugo Alemán y Jaime Valencia fueron añadiendo más frases y
estrofas hasta que, terminada la letra, la música la delegaron a Gonzalo
Benítez que la hizo aportando el género musical conocido como “danzante”, que también
es un personaje y que son parte de un rito pre incásico de agradecimiento por la
cosecha del maíz, para luego de los primeros toques invitar a Luis “Potolo”
Valencia a que lo perfile.
Según
cuenta Gonzalo Benítez en su libro autobiográfico y reflejado en la web cancioneros.com,
los aportes a la composición se dieron de la siguiente manera:
“Se impresiona el Jorge Carrera y
le vemos que se va a la biblioteca, coge un libro y en la contratapa escribe
una estrofa:
Yo quiero
que a mí me entierren
como a
mis antepasados
en el
vientre oscuro y fresco
de una
vasija de barro.
Nos impresionó a nosotros
también... Cuando en eso coge el libro el poeta Hugo Alemán y debajo escribe
otra estrofa:
Cuando la
vida se pierda
tras una
cortina de años
vivirán a
flor de tiempo
amores y
desengaños.
Y para susto de todos, coge el
libro el pintor Jaime Valencia que escribe un cuarteto muy lindo:
Arcilla
cocida y dura
alma de
verdes collados
barro y
sangre de mis hombres
Sol de
mis antepasados.
Entonces cogí el libro porque
dije a mí me toca poner alguna cosita, cuando en eso me arrancha el Jorge
Enrique Adoum y me dice: "Ve, vos después cantarás". Cogió el libro,
corrigió cosas y puso la cuarta estrofa:
De ti
nací y a ti vuelvo
arcilla,
vaso de barro
con mi
muerte yazgo en ti
de tu
polvo apasionado.”
Terminada
la composición con la música, todos la cantaron hasta las seis de la mañana del
día siguiente y a partir de ese momento, la canción se convirtió en leyenda e insignia
de la música ecuatoriana.
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