"Cuando un hombre hace algo bonito con sus manos le llaman "arte", pero cuando una mujer lo hace, se llama "artesanía". Es curioso...Isabel Allende
Hubo un tiempo y que,
parece, ya muy lejano en que Ecuador era muy prolífico en cuanto a creación
artística ya que, pintores, escritores, poetas o cantantes pugnaban por ser los
más adelantados o los primeros en ofrecer nuevas obras para el deleite del
público, entendido o no.
Tal es así
que, en cuanto a la música se refiere, se generó una gran cantidad de
canciones, especialmente de distinto género como, pasillos, albazos,
sanjuanitos, etc.
Para ello,
los creadores solían refugiarse en la soledad o simplemente, reunirse entre ellos
para compartir experiencias, expectativas y aquellos que venían de otros lares,
particularmente de Europa, contaban de cómo la creatividad fluía en forma de
nuevas formas de expresión.
Una de las
canciones más bellas que surgió de aquella época, es la famosa “Vasija de
Barro”, la misma que cuenta cómo se enterraban a nuestros antepasados
indígenas, es decir, bajo tierra y dentro de una gran vasija de barro la misma
que contenía, no solamente al difunto en posición fetal, sino también,
alimentos y ciertos objetos representativos que, según creían ellos, les
servirían en la otra vida.
La
anécdota que se cuenta de cómo fue creada dicha canción, ha tenido diversas
versiones e incluso, ha provocado algunos desencuentros en cuanto a su autoría,
pero la versión oficial indica que fue compuesta en una noche de copas el 7 de
noviembre de 1950, en la casa del pintor Osvaldo Guayasamín, ubicada en Quito.
En dicho lugar, uno de los convidados, el poeta Jorge Carrera Andrade se había
quedado absorto mirando la obra recién terminada de Guayasamín titulada “El
Orígen” que, luego que el pintor le explicara el significado de la misma,
inspirado se dirige a la biblioteca y sobre la tapa del libro “Por el camino de
Swann” de Proust, escribió la primera estrofa de la canción.
A partir
de allí, los demás participantes de la velada entre los que se encontraban,
además de estudiantes de la escuela de Bellas Artes de la Alameda, Jorge
Enrique Adoum, Hugo Alemán y Jaime Valencia fueron añadiendo más frases y
estrofas hasta que, terminada la letra, la música la delegaron a Gonzalo
Benítez que la hizo aportando el género musical conocido como “danzante”, que
también es un personaje y que son parte de un rito pre incásico de
agradecimiento por la cosecha del maíz, para luego de los primeros toques
invitar a Luis “Potolo” Valencia a que lo perfile.
Según
cuenta Gonzalo Benítez en su libro autobiográfico y reflejado en la web
cancioneros.com, los aportes a la composición se dieron de la siguiente manera:
se dieron de la siguiente manera:
“Se impresiona el Jorge Carrera y le vemos que se
va a la biblioteca, coge un libro y en la contratapa escribe una estrofa:
Yo quiero que a mí me entierren
como a mis antepasados
en el vientre oscuro y fresco
de una vasija de barro.
Nos impresionó a nosotros también... Cuando en
eso coge el libro el poeta Hugo Alemán y debajo escribe otra estrofa:
Cuando la vida se pierda
tras una cortina de años
vivirán a flor de tiempo
amores y desengaños.
Y para susto de todos, coge el libro el pintor
Jaime Valencia que escribe un cuarteto muy lindo:
Arcilla cocida y dura
alma de verdes collados
barro y sangre de mis hombres
Sol de mis antepasados.
Entonces cogí el libro porque dije a mí me toca
poner alguna cosita, cuando en eso me arrancha el Jorge Enrique Adoum y me
dice: "Ve, vos después cantarás". Cogió el libro, corrigió cosas y
puso la cuarta estrofa:
De ti nací y a ti vuelvo
arcilla, vaso de barro
con mi muerte yazgo en ti
de tu polvo apasionado.”
Terminada la
composición con la música, todos la cantaron hasta las seis de la mañana del
día siguiente y a partir de ese momento, la canción se convirtió en leyenda e
insignia de la música ecuatoriana.
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