viernes, 4 de diciembre de 2020

VASIJA DE BARRO

 


"Cuando un hombre hace algo bonito con sus manos le llaman "arte", pero cuando una mujer lo hace, se llama "artesanía". Es curioso...Isabel Allende


Hubo un tiempo y que, parece, ya muy lejano, en que Ecuador era muy prolífico en cuanto a creación artística ya que, pintores, escritores, poetas o cantantes pugnaban por ser los más adelantados o los primeros en ofrecer nuevas obras artísticas para el deleite del público, entendido o no.

Tal es así que, en cuanto a la música se refiere, se generó una gran cantidad de canciones, especialmente, de distinto género como pasillos, albazos, sanjuanitos, etc.

Para ello, los creadores solían refugiarse en la soledad o simplemente, reunirse entre ellos, para compartir experiencias, expectativas y aquellos que venían de otros lares, particularmente de Europa, contaban de cómo la creatividad fluía en forma de nuevas formas de expresión.

Una de las canciones más bellas que surgió de aquella época es la famosa “Vasija de Barro”, la misma que cuenta cómo se enterraban a nuestros antepasados indígenas, es decir, bajo tierra y dentro de una gran vasija de barro, la misma que contenía, no solamente al difunto en posición fetal, sino también, alimentos y ciertos objetos representativos que, según creían ellos, les servirían en la otra vida.

La original y preciosa anécdota que se cuenta de cómo fue creada dicha canción, ha tenido diversas versiones e incluso, ha provocado algunos desencuentros en cuanto a su autoría, pero la versión oficial indica que fue compuesta en una noche de copas el 7 de noviembre de 1950, en la casa del pintor Osvaldo Guayasamín, ubicada en Quito. En dicho lugar, uno de los convidados, el poeta Jorge Carrera Andrade se había quedado absorto mirando la obra recién terminada de Guayasamín titulada “El Orígen” que, luego que el pintor le explicara el significado de la misma, inspirado se dirige a la biblioteca y sobre la tapa del libro “Por el camino de Swann” de Proust, escribió la primera estrofa de la canción.

A partir de allí, los demás participantes de la velada entre los que se encontraban, además de estudiantes de la escuela de Bellas Artes de la Alameda, Jorge Enrique Adoum, Hugo Alemán y Jaime Valencia, fueron añadiendo más frases y estrofas hasta que, terminada la letra, la música la delegaron a Gonzalo Benítez que la hizo aportando el género musical conocido como “danzante”, que también es un personaje y que son parte de un rito pre incásico de agradecimiento por la cosecha del maíz, para luego de los primeros toques, invitar a Luis “Potolo” Valencia a que lo perfile.

Según cuenta Gonzalo Benítez en su libro autobiográfico y reflejado en la web cancioneros.com, los aportes a la composición se dieron de la siguiente manera:

se dieron de la siguiente manera:

“Se impresiona el Jorge Carrera y le vemos que se va a la biblioteca, coge un libro y en la contratapa escribe una estrofa:

 

Yo quiero que a mí me entierren

como a mis antepasados

en el vientre oscuro y fresco

de una vasija de barro.

 

Nos impresionó a nosotros también... Cuando en eso coge el libro el poeta Hugo Alemán y debajo escribe otra estrofa:

 

Cuando la vida se pierda

tras una cortina de años

vivirán a flor de tiempo

amores y desengaños.

 

Y para susto de todos, coge el libro el pintor Jaime Valencia que escribe un cuarteto muy lindo:

 

Arcilla cocida y dura

alma de verdes collados

barro y sangre de mis hombres

Sol de mis antepasados.

 

Entonces cogí el libro porque dije a mí me toca poner alguna cosita, cuando en eso me arrancha el Jorge Enrique Adoum y me dice: "Ve, vos después cantarás". Cogió el libro, corrigió cosas y puso la cuarta estrofa:

 

De ti nací y a ti vuelvo

arcilla, vaso de barro

con mi muerte yazgo en ti

de tu polvo apasionado.”

 

 

Terminada la composición con la música, todos la cantaron hasta las seis de la mañana del día siguiente y a partir de ese momento, la canción se convirtió en leyenda e insignia de la música ecuatoriana.



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