jueves, 16 de septiembre de 2021

EL IDILIO DE HEMINGWAY CON ESPAÑA

 



ES MUCHO MÁS DIFÍCIL DESCRIBIR QUE OPINAR. INFINITAMENTE MÁS. EN VISTA DE LO CUAL, TODO EL MUNDO OPINA... Josep Plá

Una de las historias de amor que más me fascina es la surgida entre Ernest Hemingway y España, ya que es como la que viven algunas personas cuando conocen a fondo un país que no es el suyo y luego, la aman. Muchos de ellos se han convertido en ecuatorianistas o hispanistas que, tras el primer flechazo, lo disfrutan aún más profundizando sus estudios y conocimientos sobre ellos. Algo así lo vivió Hemingway, que se dedicó a absorber la cultura de España a través de su gastronomía, la afición a los toros, las tradiciones y su historia para lo cual recorrió el país en coche, ya sea trabajando o turisteando para luego plasmar sus experiencias y sensaciones en muchos de sus libros, convertidos ya algunos, en clásicos.

Como se sabe, Hemingway además de ser un escritor de éxito a tal punto de haber ganado el Nobel de Literatura, fue también periodista y por esto último fue que, en el año 1936, vino a España como corresponsal del “The American Newpaper Alliance” con el encargo de cubrir la Guerra Civil Española apoyando, al poco tiempo y como muchos otros periodistas, al bando republicano.

Sus vivencias durante esa época y su tercera esposa, la reportera Martha Gellhom, fueron su inspiración para escribir su famoso libro “Por quién doblan las campanas” donde, pese a su afección ideológica, documentó con objetividad los horrores de la guerra por parte de ambos bandos. Antes de ello, había escrito también “La Quinta Columna” y el guion para un documental sobre España con el escritor John Dos Passos.

A lo largo de su vida escribió otros libros y reportajes, donde no desperdiciaba oportunidad para mostrar su pasión por la tauromaquia, por ejemplo, como “Muerte en la Tarde” donde hace una reflexión profunda sobre la muerte, el valor, el miedo, las prácticas religiosas en las fiestas, etc. considerando a la lidia, ya en ese tiempo, como un arte decadente, pero arte, a pesar de todo. Consideraba además que solo en España, a través de la fiesta del toreo, podía ver directamente la muerte violenta fuera de una guerra.

En “El sol también sale”, muestra también su pasión representando una escena donde los personajes conversan, mientras miran una corrida de toros en Pamplona.

No en vano, ya de muy joven se había enamorado de Pamplona y de sus famosos San Fermines que, por lo mismo, acudía siempre que podía y adoptando por ello un ritual en los que, se hospedaba primeramente en el hotel “La Perla” para luego de presenciar las corridas de toros, finalizar el días recorriendo los bares de la ciudad, especialmente el “Café Iruña” donde disfrutaba del vino -al que consideraba el producto más perfecto creado por el hombre- y de los pintxos. El hotel “Burguete” de Navarra, en cambio, solía ser su lugar de hospedaje para ir a pescar en el bosque de Irati y probablemente, todo lo anterior sirvió de inspiración gastronómica para su obra “Fiesta” donde, el protagonista, Jake Barnes se sirve de menú una sopa de verduras de primero, trucha frita de segundo y frutas silvestres como postre, hoy conocido como el famoso “Menú Hemingway”.

En Madrid, en cambio, solía comer con sus amigos en el Restaurante “Botín”, considerado el más antiguo del mundo y, en esta ciudad fue que mientras cubría la guerra y estando casado, se enamoró de Martha Gellhorn, quien había sido corresponsal en Alemania durante el nazismo y que, cuando se enteró de la Guerra Civil en España supo que debía cubrirla y ayudar a “parar el fascismo”, ideales que compartía con Hemingway y que probablemente ayudaron a su enamoramiento ya que éste, luego de divorciarse de su segunda esposa, se casó con ella y su matrimonio fue muy apasionado, pero muy turbulento con muchos desencuentros entre los que no faltaron las agresiones físicas y las reconciliaciones.

Se habían conocido en Cayo Hueso en el estrecho de Florida mientras ejercían las corresponsalías y, reencontrándose en España, fraguaron su amor en el hotel "Florida", lugar de hospedaje oficial de los corresponsales de guerra y donde, al no poder pernoctar normalmente a causa de los bombardeos durante algunas noches, las veladas se prolongaban en el “Bar Chicote”. Luego de esa época regresaron a Cuba donde se compraron una casa y con las regalías de “Por quién doblan las campanas” pudieron vivir holgadamente durante algún tiempo hasta que llegó el divorcio.

Llegó a querer tanto a España -según había comentado alguna vez- más que a su propio país, EEUU y su último viaje a España fue en el año 1959 para hacer un reporte sobre la tauromaquia para la revista “Life Magazine” para, al cabo de dos años, suicidarse con una escopeta en su casa de Idaho, EEUU.

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