Cuando llegamos hace 10 años a España, poco sabíamos de la comida española.
Alguna vez intentamos -sin conocerla- comer en un restaurante español y nos fue supermal. Claro, como no la conocíamos, pedimos lo que primero pillamos por allí y resultó ser toda una catástrofe. Recuerdo la sopa a la castellana que parecía engrudo y salimos con igual hambre, jurándonos a nosotros mismos, nunca mas entrar en un restaurante español.
De la comida ecuatoriana, peor, era difícil encontrar un sitio para comer y aún hoy por hoy, España no cuenta con ningún restaurante ecuatoriano representativo como para ir a recompensarse después de unos días duros de trabajo, ni peor llevar a amigos españoles a que conozcan nuestra comida.
Luego, con el pasar del tiempo, el hecho de relacionarnos por motivos de trabajo y de amistad con españoles, la fuimos conociendo poco a poco, tal es así, que no he probado un cocido madrileño mas sabroso que el que prepara mi madre, que es para lamerse los dedos y luego, las tapas que hace mi cuñada porque ha trabajado en algunos de los mejores restaurantes madrileños y nos ha compartido sus sabores. Pero con todo y eso, la comida española no llegaba a convencerme ni a gustarme del todo. Lo único que nos quedaba era cocinar nuestra añorada comida ecuatoriana en casa, adaptándola al medio, ya que muchos de los ingredientes no los había. Ultimamente parece, que debido a la demanda, ya se puede encontrar incluso en los grandes almacenes el cilantro por ejemplo, o el mote, sin necesidad ya de pagar altos precios en las tiendas de productos latinos o de traerlos en nuestras maletas cuando volvemos del Ecuador.
El verdadero descubrimiento sobretodo, del arte de la restauracion, me vino por intermedio de unos amigos argentinos, a los cuales les pregunté por las famosas parriladas de su país y me recomendaron un restaurante argentino, por la céntrica Callao, muy famoso por estos lares, donde incluso va gente famosa y que no para de crecer, abriendo sucursales debido al gran prestigio y demanda que tiene.
Dos horas o mas se pasan con un disfrute constante, gracias a la atención casi personalizada, los originales detalles y sobretodo el buen sabor, que lo hacen un sitio único. La comida es fresca, constatemente renovada y no es guardada. Digo yo, que me sirvo allí, la mejor carne del mundo, porque incluso cruda es sabrosa.
Y por último, desde que estoy con mi novio, que es una persona de la España profunda, ha sido para mí, una gran suerte ya que me ha hecho conocerla geográfica y culinariamente. Gracias a él, he podido degustar el cordero asado con leña de encina, el vino de Rioja y el de Méntrida, que hoy por hoy, no concibo comida sin ello. Las tapas, las aceitunas, los variados tipos de jamón, la paella, el pulpo a la gallega y sin fin de platos mas, que, lo que mas me duele es que mi padre no haya llegado a degustarlo, porque él era "buen diente" como decimos en Ecuador y le gustaba disfrutar la buena comida. Afortunadamente, en los ultimos años, algo pude llevarle de jamón ibérico, chorizo o aceitunas y dice mi madre que se lamía los dedos. Pero no es lo mismo, comerlo en casa en Ecuador, que comerlo en España, con todo el ritual que lo rodea: un poco de historia, un poco contar la región donde se las produce, el conocimiento y el arte de servirlo. Hasta el acento español es necesario para disfrutarlo.
Se puede entrar a cualquier bar y se puede degustar aunque curiosamente, uno de los sitios donde solemos ir a picar, por lo sabroso, económico y bien servido es donde un par de amigos ecuatorianos que han aprendido a hacerlo y que tienen un pequeño bar en un barrio popular de Madrid.
Por algo los productos típicos de Madrid se encuentran en lo alto de la gastronomía mundial.
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