La única puerta
abierta, que la cierre Dios. Proverbio Árabe
Solemos los latinoamericanos apegarnos con demasiada facilidad
a las modas y hoy por hoy, gracias a las redes sociales, con mucha
más asiduidad. Y esto es lo que al parecer sucede con el tema del aborto que,
en días pasados, la Asamblea Nacional del Ecuador siguiendo la tendencia mundial
y latinoamericana, votó esta vez, en contra de la despenalización del aborto
para todos los casos de violación, inclusive, en casos de mal formación del feto.
Como consecuencia de ello, se produjo un intenso debate nacional y una gran
cantidad de manifestantes salieron a la plaza de la Independencia para
protestar por esta votación. Normalmente, es difícil concentrar gente para
otras causas justas, pero la gente estaba tan indignada con el tema del aborto
que acudieron miles, la mayoría mujeres ataviadas de pañuelos de color verde gritando consignas en contra de los asambleístas y de la iglesia católica.
Y decía que solemos apegarnos a las modas porque, al igual
que sucedió con las madres que amamantan públicamente que, en Ecuador, siempre
se lo ha hecho sin que implicase ningún problema para nadie más allá del
resquemor que producía en los que lo rechazan, al ser mayormente las madres
indígenas las que lo hacen que, tal vez sea por ello que sus niños, pese a vivir en
condiciones adversas de higiene soportan mejor las enfermedades y
se los ve sanos y robustos.
En Ecuador -como iba diciendo-, los argumentos de aquellos
que están a favor de la despenalización del aborto, aducen que es para evitar
que las niñas y mujeres violadas sean encarceladas, cuando -al menos yo- jamás
he escuchado que alguna lo haya sido y más bien creo yo, que gracias a este
debate, se las ha puesto en el punto de mira y ya aparecen las primeras cifras
que dan cuenta de varias mujeres que están siendo procesadas, cuando antes no se
lo hacía.
La verdad es que nunca ha sido impedimento para abortar en
Ecuador. Por mi profesión, he trabajado en algunos centros de salud y alguna
vez, me vi sorprendida cuando una mujer se acercó a la farmacia y pidió sin ningún
problema que se le venda “Pitosín”. Yo no sabía que era ello hasta que mi
compañera que atendía la farmacia me comentó que provocaba síntomas de aborto
natural y por ello, muchas mujeres lo utilizaban cuando no querían seguir con
sus embarazos. También me llamó la atención cómo a algunos abortos se los
llamaban “curetajes” y se lo hacían durante los primeros meses de embarazo. O también, si se presentaba una sospecha de malformación en el feto, siempre se
consultaba a la madre si no deseaba abortarlo, y si lo decidía, se lo hacía sin
ningún problema. Solamente una vez, supe de una chica que, desesperada por
haberse quedado embarazada de su novio, solicitó a un compañero que le practique
un aborto, saliendo tan mal que le provocó una hemorragia que lo llevó a la
muerte, pero aquello no era un caso de violación y más bien, el médico que realizó
la intervención, tuvo que enfrentarse a la justicia y sinceramente, no sé en qué
terminó el asunto.
Estas experiencias los comento con toda su crudeza, porque
los argumentos de los que defienden el aborto, lo hacen como si el ser humano
que se está gestando en el vientre de su madre, se tratara de una cosa, de un
grano o de un tumor. Por lo mismo, aducen que la “mujer es dueña de su cuerpo”
y que puede hacer con él (el niño) lo que le venga en gana.
El problema que yo veo en esta dramática situación que, de
paso, se me hace imposible imaginarme vivir una situación parecida cuando estas
niñas y mujeres han vivido el proceso traumático de haber sido violentadas, es
que no se soluciona abortando niños ya que el problema es estructural, de un
sistema de desigualdad económica, social y cultural que impera en el Ecuador
desde hace ya algunas decenas de años, la misma que provoca estos embarazos
indeseados, las violaciones y por qué no, embarazos deseados en un
principio, entre las mismas niñas que se enamoran del primer hombre que las corteja, muchas veces otros niños o del mismo violador que las engaña.
Me cuestiono, además, cómo no va a haber violaciones que, según las estadísticas,
las comete alguien cercano a las niñas como padres, tíos, primos, etc. si todos
conviven o duermen en un solo cuarto donde allí mismo es dormitorio, cocina,
baño tal como están estructuradas las casas de caña en la costa, por ejemplo?
O, ¿si debido a la pobreza, viven sumidos todos, víctimas y victimarios, en un círculo
vicioso de ignorancia gracias a la deficiente educación pública, al poco
compromiso social de la prensa que emite o publica programas o artículos que no
informan, no enseñan y, al contrario, pululan enlatados que hablan de
telenovelas o programas musicales que incitan a la violencia y a la misma pedofilia?
O ¿con una justicia que no es justa ya que no se ataja el problema de raíz,
permitiendo que el violador siga a sus anchas o si es detenido y encarcelado, más
bien entran a las universidades del delito que son las cárceles ecuatorianas, lugar
donde no se reforman ni se arrepienten, peor, prepararse para reintegrarse a la
sociedad como hombres o sujetos de bien?
Alguno dice por ahí, siguiendo el reclamo hastiado de la
población, que deberían castigar a los violadores con la pena de muerte o con
la castración química, cuando debido a lo anterior, es difícil saber si el
violador lo es, como consecuencia del sistema o si es un sicópata por problemas
de la mente o genéticos como parece demostrar la ciencia.
El asunto no es tan simple y por lo mismo, no se soluciona
abortando niños. Una noticia circuló por las redes indicando que un hombre
había violado no sé cuántas veces a sus propias hijas y luego a su propia nieta.
El tipo, en medio de la impunidad, seguramente se sentía que vivía en un harem
y solamente en este caso, de ser ley el aborto, ya se hubieran abortado por lo
menos cinco niños, mientras el violador seguía a sus anchas.
La solución más bien, sería que el estado asuma el
compromiso de gobernar para sus ciudadanos, protegiendo a la infancia, a las
madres solteras, a los huérfanos, asumiendo su educación y su futuro y haciendo
que la justicia funcione. También, que se convierta en prioridad la educación
para TODA la población, a través de las instituciones educativas y a través de
los medios de comunicación, empoderando a las niñas y mujeres, enseñándoles que
el matrimonio o tener marido, no es la meta, sino su realización como personas
y que la maternidad, sea una opción antes de embarazarse y no después, como
pretenden hacerlos creer los que defienden el aborto.
Solo de esta manera, se reducirán las violaciones y los violadores como se ha demostrado en países más desarrollados que, si suceden, se ven más bien como hechos aislados propio de gente desubicada en la sociedad.
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