viernes, 3 de julio de 2020

ESTADO FALLIDO


Viñeta: El Roto

Encuentra el trabajo que te guste y nunca más volverás a trabajar

Recuerdo que cuando fue el cambio de milenio, la prensa española hizo varios análisis sobre lo que le depararía a cada continente o a determinado país en los próximos cien años, llegando a la conclusión cuando le tocó a África, que por las circunstancias de la corrupción y los déficit de educación entre sus habitantes se consideraba un continente fallido, por lo que nada cambiaría en el próximo siglo en este bello continente.
Esta conclusión me produjo honda pena y me alegré porque, dentro de lo malo, Ecuador se encontraba dentro de los países emergentes de América del Sur avizorándose, entonces, para todos los países latinoamericanos, grandes avances en el próximo milenio.
Lamentablemente, hoy por hoy, siento por mi país el mismo desasosiego que me produjo las conclusiones sobre África en aquel entonces y, lo que es peor, un presentimiento que aquello no tiene solución.
Y todo porque la pandemia del COVID-19 ha puesto en evidencia toda aquella corrupción y desgobierno que desde hace tiempo se sabía y que, aunque ignorantes de su magnitud, albergábamos la esperanza que pese a todo, algo avanzaba el país sobre todo luego de haber llegado en los últimos años, a ser uno de los países más admirados del mundo, debido la gran transformación que se estaba llevando a cabo con imponentes carreteras y autopistas, inmensas hidroeléctricas, decenas de escuelas del milenio, funcionales y modernos hospitales, reorganización del sistema educativo, mejoras salariales a profesores y policías, entre otras obras, además de un liderazgo que nos subió la autoestima a nivel internacional, pero que ahora, hemos vuelto a ser el paisito que vivía en permanente subdesarrollo y de sobresalto en sobresalto, recibiendo limosnas de otros países siendo un país riquísimo en recursos naturales y con gente emprendedora esperando su oportunidad.
Pero lo más triste es que los mismos que lo provocan son los que cargan la culpa al ciudadano tildándolo de incívico, ignorante o propulsor de la misma corrupción solamente porque se ve obligado, alguna vez, a pagar una coima para que la fila avance, por ejemplo, o para que un trámite se agilite, cuando el país ya debería estar en la etapa de modernización digital.
Por otro lado, a mi modo de ver, la pandemia ha puesto en evidencia otros dos aspectos preocupantes que son: el valor de lo público frente a lo privado y la falta de conciencia ciudadana.
Para lo primero, recuerdo que siempre que viajaba a Ecuador intentaba hacer entender a la gente el valor de lo público -será por el discurso que ha manejado especialmente la prensa acolitando a sus candidatos de derecha, que inoculó en la gente la idea que aspirar a una sanidad o una educación pública, por ejemplo, son medidas populistas fomentado por dictadores- que me manifestaban su desacuerdo, mientras presumían de sus trabajos en las mismas instituciones públicas, de sus barrios con guardianía privada, sus casas valladas y alarmadas hasta el tejado, sus seguros médicos privados o sus títulos precediendo sus nombres y apellidos. 
Parecía que el egoísmo y el individualismo también habían calado en parte de la cultura ecuatoriana.
Lamentablemente ahora, leo con pesar a través de las redes sociales que ni pagando en hospitales privados existen camas para los contagiados por el virus y que el temor a enfermar, no lo es tanto por el virus sino por la posibilidad de no tener donde curarse ya que tampoco existen camas en la sanidad pública. Así mismo, están despidiendo en muchas empresas a trabajadores sin respetar su derecho a una estabilidad laboral peor, a una justa indemnización; los bancos están subiendo los intereses de los préstamos entregados a intereses usureros, mientras miles de jóvenes observan impotentes el desastroso manejo de las instituciones que se hace de forma verticalizada, con funcionarios todólogos improvisados, en perjuicio de miles de jóvenes preparados que bien podrían haber aportado con sus conocimientos a una mejor organización y evitando de esta manera, que el Ecuador ocupe el desafortunado primer puesto en número de muertos per cápita por el COVID.
Por otro lado, es triste también constatar que la anulación de conciencia ciudadana y cívica ha hecho efecto en la gente a tal punto que son pocos los que cuestionan lo que está sucediendo, algo increíble considerando que en el gobierno de Correa todo el mundo protestaba, cuestionaba, salía a manifestarse. Pienso que probablemente la gente está desmotivada porque antes aparecieron grupos de jóvenes que inspiraban confianza y esperanza y que, finalmente, resultaron que las mieles del poder los ha convertido en todo aquello que criticaban y que quizás, hasta los han superado.
Ante este panorama es difícil ser optimistas y me sumo a ese sentir ya que parece que el Ecuador necesita ser refundado, porque se ha llegado a un nivel que todo está viciado y aparentemente corruptible y, que hace falta un cambio de cultura, de leyes o de lo que sea. Lógicamente habría que dejar atrás esa idea de que líderes tipo Mesías o superhombre lo van a solucionar sino que hace falta, más bien, un equipo de trabajo con gente seria, proba, con mucha preparación y que el voto no sea obligado porque parece que ahí está el germen del desastre que está sucediendo ya que la gente se ve obligada a votar y que, sin educación ni información, la mayoría es propensa a ser lavada el cerebro con el márquetin y la desinformación con las consecuencias que hoy todos lamentamos.
Creo que es hora de empezar a hacer algo, pero ya.


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