Viñeta: El Roto
Encuentra el trabajo que te guste y nunca más volverás a trabajar
Recuerdo que cuando fue el cambio de milenio, la prensa
española hizo varios análisis sobre lo que le depararía a cada continente o a determinado
país en los próximos cien años, llegando a la conclusión cuando le tocó a
África, que por las circunstancias de la corrupción y los déficit de educación
entre sus habitantes se consideraba un continente fallido, por lo que nada
cambiaría en el próximo siglo en este bello continente.
Esta conclusión me produjo honda pena y me alegré porque,
dentro de lo malo, Ecuador se encontraba dentro de los países emergentes de
América del Sur avizorándose, entonces, para todos los países latinoamericanos,
grandes avances en el próximo milenio.
Lamentablemente, hoy por hoy, siento por mi país el mismo
desasosiego que me produjo las conclusiones sobre África en aquel entonces y,
lo que es peor, un presentimiento que aquello no tiene solución.
Y todo porque la pandemia del COVID-19 ha puesto en
evidencia toda aquella corrupción y desgobierno que desde hace tiempo se sabía y que, aunque ignorantes de su magnitud, albergábamos la esperanza que pese a
todo, algo avanzaba el país sobre todo luego de haber llegado en los últimos
años, a ser uno de los países más admirados del mundo, debido la gran
transformación que se estaba llevando a cabo con imponentes carreteras y autopistas,
inmensas hidroeléctricas, decenas de escuelas del milenio, funcionales y
modernos hospitales, reorganización del sistema educativo, mejoras salariales a
profesores y policías, entre otras obras, además de un liderazgo que nos subió
la autoestima a nivel internacional, pero que ahora, hemos vuelto a ser el paisito que
vivía en permanente subdesarrollo y de sobresalto en sobresalto, recibiendo
limosnas de otros países siendo un país riquísimo en recursos naturales y con
gente emprendedora esperando su oportunidad.
Pero lo más triste es que los mismos que lo provocan son
los que cargan la culpa al ciudadano tildándolo de incívico, ignorante o
propulsor de la misma corrupción solamente porque se ve obligado, alguna vez, a
pagar una coima para que la fila avance, por ejemplo, o para que un trámite se agilite, cuando
el país ya debería estar en la etapa de modernización digital.
Por otro lado, a mi modo de ver, la pandemia ha puesto en evidencia otros dos
aspectos preocupantes que son: el valor de lo público frente a lo privado y la
falta de conciencia ciudadana.
Para lo primero, recuerdo que siempre que viajaba a Ecuador
intentaba hacer entender a la gente el valor de lo público -será por el
discurso que ha manejado especialmente la prensa acolitando a sus candidatos de
derecha, que inoculó en la gente la idea que aspirar a una sanidad o una educación
pública, por ejemplo, son medidas populistas fomentado por dictadores- que me manifestaban su desacuerdo, mientras presumían de sus
trabajos en las mismas instituciones públicas, de sus barrios con guardianía privada, sus
casas valladas y alarmadas hasta el tejado, sus seguros médicos privados o sus títulos
precediendo sus nombres y apellidos.
Parecía que el egoísmo y el individualismo también habían calado en parte de la cultura ecuatoriana.
Lamentablemente ahora, leo con pesar a través de las redes
sociales que ni pagando en hospitales privados existen camas para los
contagiados por el virus y que el temor a enfermar, no lo es tanto por el virus
sino por la posibilidad de no tener donde curarse ya que tampoco existen camas
en la sanidad pública. Así mismo, están despidiendo en muchas empresas a trabajadores sin respetar su derecho a una estabilidad laboral peor, a una justa indemnización; los bancos están subiendo los intereses de los préstamos entregados a intereses usureros, mientras miles de jóvenes observan impotentes el
desastroso manejo de las instituciones que se hace de forma verticalizada, con
funcionarios todólogos improvisados, en perjuicio de miles de jóvenes preparados
que bien podrían haber aportado con sus conocimientos a una mejor organización
y evitando de esta manera, que el Ecuador ocupe el desafortunado primer puesto en
número de muertos per cápita por el COVID.
Por otro lado, es triste también constatar que la anulación
de conciencia ciudadana y cívica ha hecho efecto en la gente a tal punto que son
pocos los que cuestionan lo que está sucediendo, algo increíble considerando
que en el gobierno de Correa todo el mundo protestaba, cuestionaba, salía a
manifestarse. Pienso que probablemente la gente está desmotivada porque antes aparecieron
grupos de jóvenes que inspiraban confianza y esperanza y que, finalmente, resultaron
que las mieles del poder los ha convertido en todo aquello que criticaban y que
quizás, hasta los han superado.
Ante este panorama es difícil ser optimistas y me sumo a
ese sentir ya que parece que el Ecuador necesita ser refundado, porque se ha
llegado a un nivel que todo está viciado y aparentemente corruptible y, que hace falta un
cambio de cultura, de leyes o de lo que sea. Lógicamente habría que dejar atrás
esa idea de que líderes tipo Mesías o superhombre lo van a solucionar sino que
hace falta, más bien, un equipo de trabajo con gente seria, proba, con mucha preparación y que el voto no sea obligado porque parece que ahí está el germen
del desastre que está sucediendo ya que la gente se ve obligada a votar y que, sin educación ni información, la mayoría es propensa a ser lavada el cerebro con el márquetin
y la desinformación con las consecuencias que hoy todos lamentamos.
Creo que es hora de empezar a hacer algo, pero ya.
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