Foto. Diario EL PAÍS
“La verdadera censura, era nuestra propia ignorancia”. Svetlana Aleksiévich
Existe una
librería que se ha convertido a nivel local y mundial, en todo un símbolo de
resistencia contra la intolerancia y la violencia, al haber sufrido en carne
propia los embates del franquismo, la ultraderecha y de la banda terrorista
ETA. Se trata de la librería LAGUN (Compañero en euskera), la misma que se
encuentra ubicada en San Sebastián, en el país Vasco.
La
librería tiene a su haber más de 50 años de actividad y los testimonios por parte de sus
dueños y de sus clientes, dan cuenta que durante la guerra de ETA -quizás su
época más difícil- fueron constantemente asediados mediante insultos,
pintarrajeadas y bombas por no sumarse, inicialmente, a una huelga convocada
por dicha banda pese a que, durante el franquismo los apoyaron en otra huelga
para pedir la liberación de sus presos, los mismos que iban a ser
ejecutados por parte la dictadura. El mismo dueño fundador, José Ramón Recalde
sufrió un atentado directo, siendo gravemente herido en su cara al fallar el
disparo del etarra que lo hubiese matado ipso facto.
Ya, anteriormente
y en 1996, la librería había sufrido un incendio por lo que se plantearon seriamente
cerrarla, pero el apoyo incondicional de sus lectores, incluso, comprando los
libros quemados, hizo que siguieran ofreciendo cultura y libros con diversidad
de pensamiento hasta que, en 1997, sufrieron otro ataque que hizo que se
tuvieran que mudarse a otro sitio donde recibirían, además, la protección de la
Ertzaina.
Ahora cuentan que luego que ETA abandonara oficialmente las armas, sus nuevos
enemigos son las tecnologías digitales que han hecho que bajen sus ventas, pero
que aun así se mantienen gracias a la fidelidad de sus lectores durante muchos
años.
Sin duda, sus dueños y la librería son todo un referente de lucha a favor de la libertad
de expresión ya que, incluso, pusieron sus vidas en riesgo para defenderla lo
que me llevó inevitablemente a comparar con un incidente ocurrido recientemente
con otra librería, pero esta vez en Ecuador donde, a raíz de un debate acalorado de los que se
dan usualmente en las redes sociales como Facebook y Twitter, ha provocado una
reacción desmesurada con comentarios e incluso, hasta con editoriales en medios
que se consideran serios, al confundir opiniones que cuestionaban de igual a
igual, a los autores de dos libros con visiones antagónicas sobre los sucedido
en Octubre de 2019, cuando se produjeron unas violentas manifestaciones contra
las políticas económicas del gobierno con resultado de muertos, mutilaciones
físicas de ojos, destrucciones arquitectónicas y grandes pérdidas
económicas, con “La noche de los cristales rotos”, con la quema de libros durante la
época de Calvino o, con el degollamiento del profesor francés por parte de un
fanático del fundamentalismo islámico.
Decir
que no se debe leer el libro de una actual funcionaria de gobierno que durante
dichas manifestaciones fungía como tal o el del líder de las manifestaciones, no significa una
persecución a la libertad de expresión ni al trabajo.
Por lo
mismo, considero que han sucedido dos cosas: una, que los opinadores y foristas
no conocen la historia porque, es de todos sabido que la Noche de los Cristales
Rotos desencadenó una serie de actos vandálicos contra negocios y personas judías, a causa de leyes dictadas por el nazismo para despojarlos de sus derechos y
que, la misma, fue la mecha que encendió el Holocausto con resultado de millones de
muertes; así mismo, que el degollamiento del profesor francés se desencadenó
por la exposición de unas caricaturas del profeta Mahoma que, en el 2015
provocó también el asesinato de periodistas de la revista Charlie Hebbo y razón
por la cual, ahora mismo están en un juicio penal por dichos acontecimientos. O, dos, que como dice un forista amigo de la misma dueña de la librería, se trata
de una exitosa campaña de márquetin destinada a estimular las ventas de esos
libros que, en condiciones normales, a lo mejor no despertaba mayor interés.
Sea por la razón que fuera, la gran perdedora sería la cultura ecuatoriana ya que, al parecer, es lo que menos cuenta en este confuso y estrafalario incidente.
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