Foto: Barcelona, vista aérea.
Al parecer España en el 2015, nuevamente romperá récord de turistas venidos de otros países siendo la ciudad de Barcelona, la primera ciudad de preferencia de entre todas las ciudades españolas para ser visitada.
Y no es de extrañar. La mayoría de turistas se sienten atraídos por esta ciudad al ser referente de arte y arquitectura, en las que se destacan especialmente obras de Miró, Montaner i Domenech, Josep Puig y Cadafalch, Gaudí entre otros.
Llama la atención además, que la misma estructura de la ciudad sea uno de los polos de atracción para dichos turistas, al ser una obra arquitectónica digna de ser admirada y valorada, ya que tampoco fue creada al azar sino que fue producto de una adecuada planificación, particularmente en la zona conocida como “L’Eixample” o “El Ensanche” por medio del llamado “Plan Cerdá”, que es considerado todo un referente del urbanismo moderno y un ejemplo de cómo se ejecutan los proyectos urbanísticos buscando una ciudad integral que piensa antes en el ser humano y luego en lo colectivo.
Este plan se llegó a realizar por cuanto Barcelona en el siglo XIX, seguía siendo una ciudad rodeada de una gran muralla, lo que provocaba que al seguir creciendo la población, los problemas de insalubridad e higiene también crecieran, de tal manera que las autoridades consideraron que había llegado el momento de ensanchar la ciudad fuera de la muralla y de allí su nombre: El Ensanche.
Por lo mismo, el gobierno central propuso al ingeniero, arquitecto y político Ildefons Cerdá, la creación de un gran proyecto para llevar a cabo dicho ensanche, lo que provocó que las autoridades locales consideraran una afrenta y decidieron ellos por su lado, convocar a un concurso para proyectos de dicho ensanche. Hubo ganadores, pero al final se impuso la opción del gobierno central, lo que a la largo de su materialización durante casi un siglo, se suscitaran problemas de todo tipo especialmente de tipo político, llegándose incluso a criticar el derrumbamiento de las murallas consideradas de valor histórico, el costo social de las expropiaciones de las viviendas ya construidas antes del ensanche o el no seguir las corrientes adoptadas en otros países europeos como en París, por ejemplo.
Todo lo anterior sin embargo, no evitó que a partir de 1860 hasta finales del siglo XIX, el proyecto sufriera una verdadera fiebre de oro por cuanto los inversionistas vieron la gran oportunidad de negocio, sobre todo por parte de los “indianos” que regresaban con mucho dinero de América y de la burguesía con los alquileres de departamentos.
El “Plan Cerdá” consistió en diseñar un ensanche de la ciudad a partir de la Plaza Cataluña hacia los municipios de la Barcelona vieja, por medio de cuadrículas o manzanas octogonales de tipo “hipodámico”, es decir cuadrículas sin esquinas o “chaflanes” de 45º, lo que permitirían una mejor visibilidad en los cruces y facilitaría la circulación vehicular.
Estas manzanas o cuadrículas permitieron la formación de las “vías” y las “intervías”. Las primeras constituirían el espacio público de la movilidad, del encuentro, del soporte de los servicios públicos como agua, gas, redes ferroviarias, el arbolado y el mobiliario urbano. Mientras que las segundas, los espacios privados, mediante el cual los edificios multifamiliares de no más de 16 metros, más o menos como los edificios de cuatro pisos actuales, en torno a un patio interior recibirían sin excepción, sol, luz y ventilación, éste último proveniente tanto de la calle como del patio. Para lo anterior, Cerdá fijó en las calles una hilera de árboles, uno cada ocho metros, siendo el árbol de plátano la especie escogida, al considerar que se adaptaba más a las condiciones de una ciudad como Barcelona. Su proyecto contenía además un mercado cada 900 metros, un parque cada 1500, tres hospitales, un matadero, un cementerio, un bosque y
31 iglesias.
La intimidad de la vivienda fue su objetivo prioritario y la movilidad en las calles todo una revolución para la época, ya que estableció calles de 20 metros de ancho, destinándose en la actualidad 10 de ellos a la calzada y 5 metros a cada lado para las aceras, previendo seguramente el futuro motorizado que se avecinaba.
El proyecto de Cerdá como se puede ver, intentaba impregnar el principio de homogeneidad, mediante el cual buscaba la igualdad no solamente entre las clases sociales sino también en la comodidad del tráfico de personas y de vehículos. Principios tan escasos en nuestros días, donde sólo prima la especulación inmobiliaria, el consumismo y el uso del suelo sólo para intereses particulares y no del bien común.
Al parecer España en el 2015, nuevamente romperá récord de turistas venidos de otros países siendo la ciudad de Barcelona, la primera ciudad de preferencia de entre todas las ciudades españolas para ser visitada.
Y no es de extrañar. La mayoría de turistas se sienten atraídos por esta ciudad al ser referente de arte y arquitectura, en las que se destacan especialmente obras de Miró, Montaner i Domenech, Josep Puig y Cadafalch, Gaudí entre otros.
Llama la atención además, que la misma estructura de la ciudad sea uno de los polos de atracción para dichos turistas, al ser una obra arquitectónica digna de ser admirada y valorada, ya que tampoco fue creada al azar sino que fue producto de una adecuada planificación, particularmente en la zona conocida como “L’Eixample” o “El Ensanche” por medio del llamado “Plan Cerdá”, que es considerado todo un referente del urbanismo moderno y un ejemplo de cómo se ejecutan los proyectos urbanísticos buscando una ciudad integral que piensa antes en el ser humano y luego en lo colectivo.
Este plan se llegó a realizar por cuanto Barcelona en el siglo XIX, seguía siendo una ciudad rodeada de una gran muralla, lo que provocaba que al seguir creciendo la población, los problemas de insalubridad e higiene también crecieran, de tal manera que las autoridades consideraron que había llegado el momento de ensanchar la ciudad fuera de la muralla y de allí su nombre: El Ensanche.
Por lo mismo, el gobierno central propuso al ingeniero, arquitecto y político Ildefons Cerdá, la creación de un gran proyecto para llevar a cabo dicho ensanche, lo que provocó que las autoridades locales consideraran una afrenta y decidieron ellos por su lado, convocar a un concurso para proyectos de dicho ensanche. Hubo ganadores, pero al final se impuso la opción del gobierno central, lo que a la largo de su materialización durante casi un siglo, se suscitaran problemas de todo tipo especialmente de tipo político, llegándose incluso a criticar el derrumbamiento de las murallas consideradas de valor histórico, el costo social de las expropiaciones de las viviendas ya construidas antes del ensanche o el no seguir las corrientes adoptadas en otros países europeos como en París, por ejemplo.
Todo lo anterior sin embargo, no evitó que a partir de 1860 hasta finales del siglo XIX, el proyecto sufriera una verdadera fiebre de oro por cuanto los inversionistas vieron la gran oportunidad de negocio, sobre todo por parte de los “indianos” que regresaban con mucho dinero de América y de la burguesía con los alquileres de departamentos.
El “Plan Cerdá” consistió en diseñar un ensanche de la ciudad a partir de la Plaza Cataluña hacia los municipios de la Barcelona vieja, por medio de cuadrículas o manzanas octogonales de tipo “hipodámico”, es decir cuadrículas sin esquinas o “chaflanes” de 45º, lo que permitirían una mejor visibilidad en los cruces y facilitaría la circulación vehicular.
Estas manzanas o cuadrículas permitieron la formación de las “vías” y las “intervías”. Las primeras constituirían el espacio público de la movilidad, del encuentro, del soporte de los servicios públicos como agua, gas, redes ferroviarias, el arbolado y el mobiliario urbano. Mientras que las segundas, los espacios privados, mediante el cual los edificios multifamiliares de no más de 16 metros, más o menos como los edificios de cuatro pisos actuales, en torno a un patio interior recibirían sin excepción, sol, luz y ventilación, éste último proveniente tanto de la calle como del patio. Para lo anterior, Cerdá fijó en las calles una hilera de árboles, uno cada ocho metros, siendo el árbol de plátano la especie escogida, al considerar que se adaptaba más a las condiciones de una ciudad como Barcelona. Su proyecto contenía además un mercado cada 900 metros, un parque cada 1500, tres hospitales, un matadero, un cementerio, un bosque y
31 iglesias.
La intimidad de la vivienda fue su objetivo prioritario y la movilidad en las calles todo una revolución para la época, ya que estableció calles de 20 metros de ancho, destinándose en la actualidad 10 de ellos a la calzada y 5 metros a cada lado para las aceras, previendo seguramente el futuro motorizado que se avecinaba.
El proyecto de Cerdá como se puede ver, intentaba impregnar el principio de homogeneidad, mediante el cual buscaba la igualdad no solamente entre las clases sociales sino también en la comodidad del tráfico de personas y de vehículos. Principios tan escasos en nuestros días, donde sólo prima la especulación inmobiliaria, el consumismo y el uso del suelo sólo para intereses particulares y no del bien común.
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