Foto: El confidencial
“El novelista no elije sus temas; es elegido por ellos.
Escribe sobre ciertos asuntos porque le ocurrieron ciertas cosas”. Mario Vargas Llosa
Confieso que no tenía tema para escribir y, de repente, como
soy seguidora a través de las redes sociales de muchos escritores famosos, me
topé con un debate sobre la obra literaria de Javier Marías.
En dicho debate, confesaban algunos de sus lectores que se
les había hecho imposible pasar de cierto número de páginas de sus dos últimas
obras y yo expresé mi opinión en el sentido que, si bien es cierto, Marías es
un genio para la escritura y además, está muy bien preparado al haber sido
incluso, traductor de numerosas e importantes obras en inglés, sin embargo,
leyendo cada domingo sus opiniones en EPS, personalmente, se me hacía difícil
pensar que Marías pueda trasmitir alguna emoción en sus obras ya que, constantemente
se muestra huraño, intolerante y con una gran falta de empatía, al no parecerle
nada que esté bien hecho.
Un ejemplo de ello es que, suele quejarse constantemente que
Madrid es una ciudad invivible lo que, a mi modo de ver, me parece exagerado ya
que la misma es considerada, además de una de las ciudades más bellas del mundo,
lo que incluso ha provocado la llegada masiva de turistas que, lógicamente,
dejan grandes réditos a las arcas municipales, un lugar de referencia para hechos históricos significativos para el acontecer nacional y
mundial. Madrid, es también, punto de concentración para las más hermosas
y justas reivindicaciones y, para los que conocemos otras capitales en países
en vías de desarrollo, vivir en Madrid es un privilegio que no tiene precio por su alta calidad de vida.
Muy distinto es, en cambio, escuchar entrevistas realizadas
a Isabel Allende, Rosa Montero o García Márquez, por ejemplo, quienes no
solamente expresan sus formas de ser y de pensar, sino también, su empatía con
la realidad social, política o animalista, inclusive, que luego los han plasmado
en sus obras, despertando sentimientos tan propios del ser humano como son la melancolía,
la angustia, la tristeza, la esperanza, la risa e incluso, provocan lágrimas
como la novela “Paula”, obra escrita desde el cuarto de un hospital, mientras se
iba muriendo la hija de Isabel Allende.
En mi caso personal, lógicamente, al dar mis primeros pinitos
como escritora y pese a que me considero una persona feliz y de haber pasado
también por malas rachas a lo largo de mi vida, trato de no manifestarlo tan abiertamente,
básicamente por respeto a las demás personas que muchas, no sentirán lo mismo
que yo al estar quizás, pasando por momentos críticos en su vida como con un
cáncer terminal por ejemplo, o viviendo relaciones sentimentales fallidas o sintiéndose
solos sin desearlo o quizás, con hijos inestables, en fin, con innumerables
problemas como numerosos son los habitantes de la tierra aunque, no por ello, me
privo de disfrutar los buenos momentos que me brinda la vida, pero todo con discreción
y agradeciendo a Dios por gozar dicho privilegio. Hacerlo de esta manera, me
permite ponerme en el lugar del otro y entender sus sentimientos y vivencias para
de esta manera, trasmitirlos mediante la escritura a través de personajes que representarían
al ser humano, con todas sus luces y sus sombras.
Un escritor que se muestra huraño todo el tiempo o uno que vive
una vida llena de pajaritos donde todo son solo cosas buenas, da la impresión
que viven alejados de la realidad, en una isla donde solamente cuentan sus vivencias
y ajenos al sentir del resto de los mortales.
Bien hacen muchos escritores antes de escribir una obra, en darse
una vuelta por el mundo para, de esta manera, empaparse de la realidad y crear
personajes que luego, harán surgir emociones a los lectores que, para ello están,
es decir, para hacernos soñar y para hacernos reflexionar sobre diversos
aspectos de la vida.
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