Foto:Salinas. eluniverso.com
NO SE PUEDE SACAR DE LA CABEZA AQUELLO QUE ENTRÓ DE FORMA IRRACIONAL. Marcel Proust.
Había visto en un documental donde se
observaba que en algunas ciudades de África, al carecer la gente de
alcantarillado y luego de hacer sus necesidades fisiológicas en una bolsa,
salía a la ventana y tiraba dicha bolsa a un tejado lo más lejos del suyo
propio. Le importaba poco caiga donde caiga, total, todo el mundo lo hacía y se
había vuelto costumbre de tal manera que me parecía inimaginable el
olor nauseabundo que debe respirarse allí y la cantidad de enfermedades que
deben desarrollarse como consecuencia de tan inmunda costumbre. Pese a todo, en
ese momento, pensé también que era lógico ese comportamiento y que la culpa no
era de esa pobre gente ya que, al parecer, no hay ni dios ni ley que vele por
sus derechos como seres humanos, peor por su salud y sus costumbres.
Esas imágenes me vinieron a la mente a
propósito de dos episodios que despertaron el interés y el debate generalizado
en Ecuador al haberse publicado, primeramente, una foto luego de la nochevieja
de la turística playa de Salinas, toda llena de residuos plásticos, botellas y restos
biológicos producto de la fiesta que allí se había vivido. Posteriormente, a los
pocos días, otra noticia también despertó el interés generalizado, ya que
trataba de la caída de una roca sobre una ciudadana que conducía un vehículo,
en la ya considerada avenida de la muerte que es la Simón Bolívar de Quito que
no existe semana que no se produzca un accidente con resultado de muerte o
heridos. Y, casualmente, todos los medios coincidían en achacar ambos hechos a
la falta de civismo de la gente. Uno de ellos incluso, recordó que un
expresidente en un libro que había escrito sobre las costumbres de los
ecuatorianos, mencionaba de cómo a lo largo de los años personalidades que habían
visitado el Ecuador, no recordaban haber visto gente más sucia que la que allí
vivía por lo que consideraba que era un mal enraizado en el subconsciente de los ecuatorianos y que al parecer, no había remedio para ello.
Esto último también, me hizo recordar
de cómo en el siglo XVIII en Madrid, era común el grito de “Agua vaaaa” cuando
la gente avisaba con esta frase, que iba a tirar los orines y restos fecales a
las calles de la ciudad, la misma que carecía de canalización de tal manera que
cuando Carlos III llegó de Italia a gobernar, se propuso cambiar tan fea
costumbre madrileña que, incluso en verano, estaban tan mentalizados con la suciedad que se decía que los calores y los
olores protegían a la gente del aire puro de la sierra, a la que la consideraban
dañina.
Anécdotas que, pienso, no
tienen nada que ver con lo que sucede en Ecuador y en el siglo actual ya que,
para empezar, si en décadas pasadas especialmente el estrato social y económico
más pobre del país, es decir, los indígenas, carecían de costumbres y de normas
de higiene precisamente porque vivían en lugares donde faltaba de todo, sin
canalización, agua potable o luz eléctrica de tal manera que, en un afán de
aspirar el justo derecho a una mejor vida, emigraban a las grandes ciudades
constituyendo los cinturones de miseria que en todas las grandes ciudades del
mundo existen y persistiendo hasta nuestros días, precisamente por causa de
estas mismas autoridades que se han preocupado más por asegurarse su cómodo
futuro y el de sus generaciones que el de sentar las bases para garantizar una
calidad de vida a la ciudadanía y en consecuencia, de una mejor educación.
Por otro lado, entre las causas del incivismo, parece ser que últimamente los ecuatorianos se sienten huérfanos de liderazgo o de modelos de referencia en quien mirarse por lo que se ha vuelto agresiva y resentida, no solamente entre ellos mismos sino contra sus propias ciudades y con su entorno, aparte claro está, de la falta de interés por parte de las mismas autoridades en fomentar la educación y el amor por sus ciudades, mediante campañas y obras que las embellezcan y fomenten la autoestima de sus residentes. Para ellos, todo se soluciona con multas que tampoco están mal, pero siempre previo a estudios técnicos, su posterior socialización y cuando se constate que dicho dinero se ha recaudado justamente, se reinvierta luego en obras.
Por otro lado, entre las causas del incivismo, parece ser que últimamente los ecuatorianos se sienten huérfanos de liderazgo o de modelos de referencia en quien mirarse por lo que se ha vuelto agresiva y resentida, no solamente entre ellos mismos sino contra sus propias ciudades y con su entorno, aparte claro está, de la falta de interés por parte de las mismas autoridades en fomentar la educación y el amor por sus ciudades, mediante campañas y obras que las embellezcan y fomenten la autoestima de sus residentes. Para ellos, todo se soluciona con multas que tampoco están mal, pero siempre previo a estudios técnicos, su posterior socialización y cuando se constate que dicho dinero se ha recaudado justamente, se reinvierta luego en obras.
En cuanto a los accidentes en la Av.
Simón Bolívar, esos mismos medios también dicen que la gente es incivilizada y
conduce cometiendo una serie de infracciones que desembocan en accidentes, pero
yo me pregunto ¿quiénes son los que les han autorizado las licencias de
conducir a esos verdaderos asesinos del volante que van sembrando de sangre las
calles del país, por ejemplo? ¿Por qué se los ha dado? ¿Quién asume las
responsabilidades por las muertes de ciudadanos inocentes o por las malas
construcciones de dichas autopistas? porque hasta ahora, en Ecuador, nadie se ha
responsabilizado de nada e incluso, se disuade de que no se lo haga indicando
que las condiciones geológicas y meteorológicas del país son inevitables, como
si no se supiera que para ello, existen técnicos cualificados para adaptar a
dichas condiciones a las futuras obras.
Me niego a asumir entonces, que el
hecho de hacernos creer que somos sucios, cochinos e incivilizados, esconda la proterva intención de evitar que la gente reclame, desembocando por tal razón, en un círculo
vicioso de afectación a sus derechos y la obligación de acatar solamente deberes, mientras la baja autoestima del
ecuatoriano se profundiza eso sí, como un mal crónico del que se resiste
a corregir, aun cuando alguien emerge de entre toda esa descomposición, con la buena
intención de cambiar el país y del que luego, se lo desprecie olímpicamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario