Fotos: Fundación Sistema
"Necesitamos creer algo para sentir que tenemos la
razón". Anónimo
Existe una constante en las últimas décadas en Ecuador y me
parece también que en el resto de Latinoamérica que, por causa de haber votado para
presidente de gobierno al protagonista de un gracioso TikTok, en la que decía unas
frases inconexas mientras bailaba con unos zapatos rojos; o a un desconocido
que quedó en un respetable lugar en las últimas elecciones, ya que se hizo
popular en la misma red social, por enésima vez, la ciudadanía ha tenido que
salir a las calles para pedir rectificaciones al gobierno, así como
responsabilidades a los políticos de turno con las lamentables consecuencias de
más división, pérdidas económicas, daños materiales y hasta problemas de
depresión entre los ciudadanos.
Sin embargo, en medio de todo ello, surgen voces que
sugieren futuros presidentes a ciudadanos que han tenido la valentía de recoger
firmas para pedir cuentas al gobierno o a personas que lideran con éxito las protestas,
como si ello fuese suficiente para ser presidente de un país que, para más INRI,
vive una de las peores crisis de lo que se tiene recuerdos, en todos sus
sentidos.
Ante ello, osé en opinar en el sentido que no se puede
seguir con esa dinámica, es decir, eligiendo personajes tipo Mesías que aparecen cada vez
de la nada y que, luego de la euforia inicial, no dan la talla, recibiendo por
tal opinión, respuestas y críticas sarcásticas solo por sugerir, además, que los candidatos deberían ser
personas con formación política, que empiecen desde las bases, desde
abajo, informándose, preparándose, destacándose, proponiendo y sometiéndose a
elecciones primarias donde los militantes confíen sus votos en el mejor, para
luego proceder a candidatizarle.
Esta situación, entonces, me ha dejado desolada por dos razones:
1.- Porque la gente no está preparada para vivir una
verdadera democracia. Es más, ni siquiera tienen la mínima idea de cómo
funciona y no los culpo, el sistema educativo no está para ello y peor aún, los
medios de comunicación; y
2.- Porque tampoco está preparada para un debate. Nadie aporta
o refuta sus desacuerdos con serios argumentos y persiste la cháchara, la mofa
y la ironía malentendida. Todo con tal de defender su supuesta verdad, muchas de
las veces, llevada por la emoción del momento.
Ante ello, solo me queda hacer algo que me he negado siempre
hacerlo, es decir, pedir que Dios ilumine al país, porque solo un milagro lo salvará.
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